Oh
god, es el último capítulo. ¡El último! ;___; es mi primer serial Minjae terminado.
Me da algo lo juro xD muchas gracias a todas las bellas personitas que lo siguieron, este fic es mucho para
mí
Final
Lo único que tiene es un nombre.
Un extraño nombre que sale a gritos
desde el fondo de su alma y que su mente sin embargo no logra a evocar.
E intentarlo solo produce un extraño
dolor punzante dentro de su pecho.
Ha llegado a la estancia horas atrás.
Sigue sentado en su auto.
Un miedo inexplicable le sacude el
cuerpo y le impide atreverse a poner un pie afuera y afrontar una realidad.
Una realidad que sabe dolerá.
¿Por qué?
¡No tiene ni puta idea!
Está tan enojado consigo mismo. Tan
impotente. Sin conocer los porqués.
Sus manos han arrancado el auto
tantas veces intentado salir de ahí. Pero ellas mismas han vuelto a quitar la
llave.
“¿Qué pasa conmigo?”
El romper de las olas a lo lejos le
genera un profundo hueco en donde debe ubicarse su músculo cardiaco. Todo es
tan extraño. Tiene tanto miedo que quiere llamar a Junsu y Yoochun. Esto ha
sido una mala idea ¿es que aún extraña a su madre?
No.
Es a alguien más.
¿Pero quién?
¿Quién podría ser de tanta
importancia para él para impedirle respirar propiamente?
Tiene el celular en las manos con el
número de Junsu en la pantalla pero no se atreve a llamarlo. Su vista regresa
una y otra vez a la casa de playa. Pero sus piernas son tan cobardes.
El tiempo sigue transcurriendo.
Para el tiempo en que abre la
portezuela y el olor salino de la playa ingresa por sus fosas nasales, los ojos
se le humedecen.
No es una alergia.
Sus piernas flaquean.
De pronto no puede sostenerse por sí
mismo.
El dolor dentro de su pecho es
demasiado.
Es una aguja fina que impacta los
músculos de su pecho, pasa a través de sus costillas y perfora con crueldad su
corazón.
¿Es que va a tener un paro cardíaco?
Siente la imperiosa necesidad de
gritar ese nombre que flota sobre su cabeza sin tener un dueño.
Pero no lo hace.
Camina muy lento por el sendero sobre
la arena blanca en dirección a la que fue su lugar favorito cuando niño y a
cada paso la carga sobre sus hombros es peor.
Ha llegado a la puerta.
Sus dedos tocan el pomo entre
temblores.
Y su corazón empieza a latir tan
rápido que le produce un pequeño soplo.
La puerta es abierta.
No hay nadie del otro lado.
Solo silencio. Solo muebles tapizados
por mantas blancas para su preservación.
Solo hay habitaciones vacías que
aumentan a cada segundo más su respiración.
¿Qué está esperando encontrar
exactamente?
No lo sabe.
Pero sus manos son rudas con el
inmobiliario.
Con cada cosa que se cruza en su
camino.
Uno de los tantos objetos de cerámica
que ha estrellado estrepitosamente con el piso le hace caer.
Otro de esos pedazos de loza le ha
cortado la palma derecha al caer.
Las lágrimas han comenzado a caer
incluso más gruesas.
Apoyando su espalda en el frío piso.
Rodeado por objetos rotos. Como su
roto corazón.
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Tras todo un día sin responder el
celular.
Los deportivos de Yoochun y Junsu se
estacionan en la arena junto al suyo.
Corren bastante consternados a la
casa de playa.
La última vez que recuerdan haberlo
hecho hallaron a un Changmin envuelto en sangre. Y quedó sin lugar a dudas como
uno de los peores recuerdos.
Vienen pidiéndole a Dios por favor
que su amigo no haya hecho nada estúpido. Han vienen rogándole a Dios por
favor, por favor.
Con el corazón en las manos.
Yoochun se ve en la obligación de
tumbar la puerta a golpes.
Cuando ha logrado tirarla abajo.
Sus pies pisan restos de cerámica.
Ambos se miran con espanto antes de
abalanzarse dentro en busca de su amigo.
Changmin es encontrado sobre el piso.
Muy frío por la falta de abrigo,
dinamismo y comida.
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“No lo entiende,” susurra.
La psicóloga lo mira con aprehensión.
El niño luce tan convencido de su verdad.
“Ayúdame a entenderlo,” le pide
amable.
“No sé cómo hacerlo,” dice el castaño
impotente.
Sus puños se cierran sobre sus
pantalones y un suspiro escapa de sus labios. Las ojeras bajo sus ojos marrones
son enormes. La profesional empieza a sentirse también impotente al no poder
llegar al fondo de todo y ayudarlo cuanto pueda.
“Inténtalo,” propuso.
“Jaejoong,” solo dice.
“¿Jaejoong?” pregunta ella.
“Es todo lo que tengo ¿ve? su bendito
nombre y un algo aquí que me quita el sueño,” sus últimas palabras son
acompañadas de un par de silentes lágrimas.
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La búsqueda que hace su padre al
enterarse de la sinrazón que persigue a su único hijo es como supondrán
proporcional a la enorme cantidad de ingresos que tiene. Por tanto las
expectativas de solución bastante altas.
Sin embargo tras una semana de
constante trabajo de los profesionales contratados. No hay fruto alguno.
No existe Jaejoong en la faz del planeta
que haya tenido algún tipo conexión con su hijo hasta ahora.
Mucho menos en el registro de
empleados que le dan mantenimiento a la casa de playa y con quien pudiera el
castaño haberse encontrado.
Nada.
Tanto la psicóloga como él ya no saben
en qué creer.
Se le han realizado múltiples
exámenes en busca de una causa neurológica. Los resultados han negado esta
hipótesis. Y aunque el papel diga que su hipocampo se halla en perfectas
condiciones el menor sigue sin poder evocar qué demonios ha sucedido en la
semana de su estadía allí.
Todo lo que ha contado hasta ahora a
sido mentira. No puede desestimar todo cuanto ha dicho tan abruptamente para
buscar más pista, podrían volver a creer que había intentado suicidarse.
Y esa en realidad es la última de sus
opciones.
Nadie logra entenderle.
No esperaba que lo hagan pues ni él
mismo se entiende. Quiere volver a su vida, tiene suficientes porqués, se
siente tan eternamente agradecido por la preocupación de todos que sabe debe
ponerse fuerte. Pero aunque trata no existe cosa alguna capaz de llenar su
vacío.
Siempre termina regresando a la casa
de playa y sentando sobre el frío piso en total silencio, con la mirada fija en
la puerta como esperando a ese alguien de nombre Jaejoong que por lo que todos
le dicen no va a aparecer porque simplemente no existe.
¿Es en realidad lo que siente
producto de un estrés post traumático?
No ha conocido a alguien llamado
Jaejoong en su vida ¿Por qué habría de haber inventando ese nombre justamente?
Porque su alma lo siente tan real.
Su padre ha intentado vender la casa
de playa en secreto para asegurarse de que no vuelva a poner un pie ahí.
Felizmente ha logrado enterarse de
todo antes de que fuera demasiado tarde. Y así ha detenido a su padre después
de jurarle no volver a ir.
Las semanas siguen pasando.
El muchacho solo se hunde más y más
en una depresión que no puede ser detenida con pastillas.
Y es que el solo sentir un pequeña
brisa sobre su piel cava mucho más ese hueco inexplicable en su alma.
Su padre no puede seguir de brazos
cruzados pero aunque trata y trata no halla forma de ayudarlo.
Tiene tanto miedo de que las defensas
de su único bajen producto de su estado anímico y termine sucumbiendo ante una
enfermedad tal como hizo su madre, es la única familia que le queda, no puede
permitir que le sea arrebatada de su lado. Se lo debe a ella.
Así que envuelto en lágrimas no tiene
otra opción más que avisar de la situación a sus dos mejores amigos, quienes
han sido mantenidos con mentiras hasta el momento a petición de Changmin.
No importa si su hijo más tarde se lo
reclama.
Ya lo único que le importa son las
soluciones.
“¿Creen que estoy loco verdad?” les
pregunta cuando los siente entrar en su habitación.
“No,” se apresura a decir Junsu.
No están al tanto de la situación con
detalles.
Peor han decidido apoyarlo. Por más
descabellado que vaya a sonar lo que les vaya a decir su niño.
Yoochun sin embargo guarda silencio.
Kim le pegó un codazo incrédulo.
“No más de lo normal,” le dice este
en broma intentando aligerar el ambiente, “venga dinos quien ese famoso
Jaejoong”
“Ojalá lo supiera,” responde el
enfermo sus puños apretan las sábanas en una muestra física de la pelea interna
que se desarrolla en su alma.
De ese pedazo dentro suyo que le pide
a gritos que recuerde.
Y quiere hacerlo.
Quiere hacerlo.
Lucha. Aun cuando el dolor que aqueja
su pecho por sus esfuerzos le hagan doblegarse. Pero no obtiene nada de sí
mismo.
“No sé quien es, no puedo recordarlo
pero siento como si debo hacerlo,” dice finalmente.
Junsu le sujeta las manos suavemente.
Quitándole las sábanas muy despacio y envolviendo a su amigo en un pequeño
abrazo.
“Está bien, está bien Changmin. No
tienes que esforzarte tanto.”
“¡Tengo que! Duele...aquí duele
mucho,” explica señalándose al pecho con los ojos enrojecidos.
La pareja lo mira incrédula.
En todos estos largos y
significativos años de amistad.
Jamás lo han visto de ese modo.
Enterrando su frente entre sus
piernas.
Temblando de desesperación. Con las
manos sujetando su pecho en un intento vano por detener el dolor que le aqueja
dentro.
¿Cómo demonios podría ser todo eso
mentira, una alucinación?
Yoochun camina hacia él incapaz de
ver la imagen por más tiempo. Suavemente se sube al filo de la cama e intenta
quitar la cabeza de Changmin de entre sus brazos y rodillas.
El castaño lucha un poco pero al
final sus mejillas húmedas y ojos rojizos se dejan ser vistos.
“Es sencillo Min, si ya le conoces
solo piensa ¿Cómo crees que se vería? ¿Cabello negro? ¿Marrón?”
“Negro...” susurró rápidamente.
“¿Qué me dices de su altura? ¿Sus
ojos?”
Changmin cierra sus ojos intentando imaginárselo.
Las imágenes son borrosas pero puede ver una piel muy blanca. Unos labios
rosáceos...todo es tan albo.
Algunas lágrimas escapan por los costados
de sus párpados.
Yoochun le hace automáticamente una
señal a su novio para que le pase una hoja y un lápiz que ve sobre el
escritorio de Changmin.
“Toma esto,” le dice.
Changmin se sobresalta al sentir su
toque.
“Tranquilo,” le dice, “no abras los
ojos, no pienses de más solo traza líneas mientras piensas como tu Jaejoong
luce,” le susurra abriendo sus palmas para colocarle el lápiz sobre ellas.
Changmin obedece.
Con temblorosos trazos su mano se
mueve incosciente sobre el papel como en trance. Su mente está muy lejos de
ahí. Puede escuchar el mar, puede sentir la brisa desordenar sus cabellos,
puede ver un hombre en la orilla. Uno muy delgado y blanco. Sus cabellos negros
danzan con el correr del viento.
Está de espaldas. No puede verle el
rostro.
Pero su corazón es feliz de solo
poder verlo a la distancia.
No necesita que nadie se lo diga. Ese
ser tan enigmático es su Jaejoong.
Ese ser tan albo al que se dirige a
pasos cortos es su Jaejoong.
La arena se siente fría aunque el sol
en lo alto le nuble la visión.
Mientras se va acercando se da cuenta
que todo ese voluminoso traje blanco no es simplemente tela, algo sale de sus
escápulas. Algo hermoso parecido a las alas de una hermosa ave.
A cada paso que entierra en la arena
para acercarse a su objetivo, lo ve más lejos.
¿Por qué no solo lo llama?
Acaba de darse cuenta que no puede
hablar.
¿Cómo podrá comunicarse entonces?
“No son necesarias las palabras,” una
voz suena en su cabeza.
Una ráfaga de adrenalina recorre su
cuerpo. Por un momento puede ver a Yoochun frente a él mirándolo tan intrigado
como Junsu. Pero la voz del ángel le hace volver, “no son necesarias las
palabras, Changmin”
Sus ojos vuelven a ver la playa.
“¿Qué sucede? ¿Quién eres? ¿De dónde
te conozco? ¿Por-?”
“Lo sabes.”
“¿Qué?”
“La respuesta a todas esas preguntas
las sabes Changmin”
“No, no las sé. No sé porque juegas
con mi mente, no tengo idea de quien seas pero por favor para ya.”
“¿Qué pare el que?”
“Esto.”
“Eres tú quien me llama Changmin-ah.”
“¿Por qué?”
“Recuerda...tienes que recordar, no
puedo ayudarte si no lo haces.”
“¿Qué debo recordar?”
“Debo volver. Sabrán que he venido,
pueden castigarnos.”
“¿A dónde?”
“Debo volver.”
“¿A dónde? Espera...”
“Debo volver...te amo...”
El viaje termina. El paisaje albo se
difumina y las paredes de su cuarto han vuelto a ser las mismas.
“Espera ¡espera! ¡Jaejoong no me
dejes!” es la frase en grito que muere en su garganta.
Las lágrimas están cayendo sin
remedio. Acaba de ver a la figura en el dibujo que ha hecho.
Acaba de ver a su Jaejoong pintado a
carboncillo en el papel que reside sobre sus piernas. Acaba de recordar al amor
de su vida. A su ángel de la guarda.
Junsu aún le mira incrédulo. El
castaño ha estado susurrando palabras inteligibles mientras dibujaba sin parar.
Changmin ha sido tan malo dibujando.
¿Cómo de la noche a la mañana podría
dibujar el rostro de una persona que supuestamente nunca ha visto?
Cuando ambos abandonan el cuarto con
el papel en manos. El padre de Changmin los recibe ansioso.
“¿Qué es esto?”
“Jaejoong,” responde un aún incrédulo
Junsu.
“¿Es eso suficiente para ubicarlo?”
pregunta a su vez Yoochun
“Me encargaré de que lo sea.”
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Le ha tomado dos días recuperar las
fuerzas para poder levantarse de esa cama. Ha mandado a la mierda a su
psicóloga. A su padre. Y está a punto de mandar a volar también a sus amigos.
“No hay forma,” es la respuesta de
Junsu.
El castaño suspira.
“No estoy pidiendo permiso.”
“Déjame terminar,” reniega el rubio
cariñosamente, “No hay forma de que vayas sin nosotros.”
“No tienen que hacer todo esto.”
“Queremos hacerlo,” es la simple
respuesta de Yoochun.
“Gracias.”
Su pequeño agradecimiento verbal no
puede ni asomarse a lo que en realidad intenta decir. Pero los años hablan por
sí solos. Y a su extraña manera ese trío puede comprenderse.
“No te pongas meloso ahora, vamos a
ver a tu novio,” lo envalentona Kim.
Las mejillas del castaño se tiñen de
un rojo.
Aunque no es seguro.
Aunque no sabe si su Jaejoong va a
estar esperándolo o no.
Sólo hace lo que su corazón le dice.
¿Y qué si es un masoquista?
Prefiera lidiar con la desilusión que
quedarse cruzado de brazos en casa.
El pequeño viaje da inicio con la 4x4
de Yoochun saliendo de Corea. Tardarán casi 4 horas en llegar. Sus dedos se
entrelazan con ansiedad durante el 90% del camino. El otro 10% se resume a él
intentando calmar sus latidos.
Todo el cuerpo le suda.
Y bastante conmocionado recibe la
noticia de sus amigos de que han llegado ¿Tan rápido han llegado? No está
listo.
No está nada listo.
La frecuencia tanto cardiaca como
respiratoria se le acelera cuando pone un pie fuera del auto.
“¿Quieres ir con...?”
“Puedo con esto solo,” les asegura
aunque sea una vil mentira.
“Tienes 15 minutos,” le avisa Junsu, “pasados
esos 15 minutos simplemente asumiré que te tropezaste te abriste el cráneo y
estas desangrándote en el piso.”
“Ok,” el castaño ríe.
“No tan dramático pero es básicamente
la idea,” le secunda el ratón abrazándolo.
“Entiendo, vale, regresen al auto.
Estaré de vuelta en 15 minutos.”
Sus amigos le miran no muy seguros
pero no tienen de otra más que caminar a la camioneta y meterse en ella.
“Tengo miedo,” le susurra Junsu una
vez dentro.
“Él también pero estará bien,” su
novio intenta calmarlo
“¿Cómo puedes estar tan seguro?” le
pregunta.
Sus manos luchan con la necesidad
imperiosa de bajarse del auto e ir con él.
“Solo lo sé, así como sé que te amo
no necesita un porque solo te necesita a ti,” le dice besando su frente.
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No está en la cocina.
En el piano.
En su habitación.
En el comedor, la sala o la orilla.
La desesperación empieza a tomar
control de su cuerpo pero intenta calmarse.
- Recuerda – se dice así mismo.
- Recuerda la primera vez que lo
viste.
Sus ojos vuelven a la puerta.
Recordando la noche de lluvia en la que tocó su puerta. Sus rodillas de apoyan
en ese mueble al costado de la pared y sus manos remueven la cortina para poder
ver a través de la ventana.
Luego vuelve a ponerse en pie y
cuando sus dedos tocan el pomo de la puerta. Lo recuerda.
Recuerda el extraño sueño sin sentido
que tuvo esa misma noche.
Sus piernas lo dirigen como un bólido
hacia las escalerillas, en su camino coge un tenedor abandonado sobre la mesa.
Sus pisadas son fuertes.
Llenos de esperanza como de miedo.
El gran ventanal del segundo piso
está en su lugar. Todo parece en orden. Las rodillas le tiemblan.
¿Así que es todo?, se pregunta
¿De verdad nos han separado por
siempre?
¿Es que no voy a volverte a ver?
No pude siquiera decir adiós.
No pude dedicarte un último te amo.
¿Se va a terminar todo de esa manera?
No es posible, Jaejoong.
Te amo ¿acaso no es suficiente?
¿Qué puedo hacer en mi condición de
humano para demostrarles que te haré feliz?
Dime qué y lo hare.
Juro que lo haré pero por favor, por
favor no me dejes.
Son demasiadas las preguntas sin repuesta. Son demasiados los
quilos demás que carga su alma. Y también demasiada la impotencia.
Las lágrimas caen. No se digna a
detenerlas. Solo se deja caer de trasero sobre el piso. Tira el tenedor a un
lado y tan sumido en su llanto no logra ver el pequeño haz de luz blanco que
entra por aquel ventanal abierto hasta que este le pica los cabellos.
Shim desentierra su cabeza de sus
piernas algo conmocionado.
La cálida lucecilla se duplica. Estas
dos a su vez y así progresivamente hasta que todo ha sido llenado de luz y esas
lenguas extrañas empiezan a sonar de nuevo.
Una manta blanca envuelve un bulto
que poco a poco es depositado en el suelo. Las luces van desvaneciendo alrededor
de la figura humana cubierta por aquella tela de seda albina.
El castaño traga su saliva.
La adrenalina recorre cada rincón de
su delgado cuerpo mientras da ese primer paso hacia el objeto no identificado.
El segundo.
El tercero.
La manta cae a un lado de un tirón y
un joven pelinegro es encontrado durmiendo en el piso.
Changmin cae de rodillas a su lado.
Con algunas lágrimas desbordando por sus mejillas. Las yemas de sus dedos
apenas tocan el hombro de ese ángel envuelto en su sueño y este empieza a
removerse.
Sus pestañas se baten delicadamente.
Su ceño se frunce un poco.
Pronto esos ojos azabaches están
analizando el cuarto.
“Changmin-ah lo hiciste,” le dice con
una sonrisa cuando su mirada se posa sobre él.
El ángel está al fin consciente.
Y puede recordar quién es, su alegría
es mucha y no puede evitar abalanzarse sobre él sin tapujos mientras le dice,
“No vuelvas a dejarme ¡jamás!”
“Lo prometo,” responde el otro.
Con las mejillas encendidas por la
proximidad.
Y ese pudor innato que hace que el
humano se siente tan chico malo y por ende sea incapaz de sellar ese
reencuentro con un beso. Sus profundos ojos negros reflejando su imagen son
suficiente prueba de que está ahí. Eso y el calor de sus brazos.
“¿Cómo va a funcionar esto a partir
de ahora?” le pregunta embriagándose con el aroma de sus cabellos.
No va a soltarse del muchacho ni aunque
le obliguen. Ni su alma ni su propio cuerpo están dispuestos a hacerlo.
La respuesta de su amado es aunque
inesperada sumamente placentera, “Vas a tener que enseñarme, desde hoy hasta el
lecho de mi muerte seré tu humano.”
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FIN~