Shotgivingaway
Minjae para Roro. Espero te
guste.
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Todo sucedió muy rápido.
Él cruzaba una pista a zancadas.
Las luces habían cambiado.
Un infame auto apareció de la nada
Y lo último que supo es que estaba luchando
por su vida en una sala de operación.
Él era un atleta.
Su vida, su pasión, sus sueños
dependían de sus largas piernas, esas que ahora descansaban sobre una silla de
ruedas porque no podían moverse a voluntad.
Los médicos le dijeron que la
posibilidad de recuperar el control motor de sus extremidades eran de un 50/50
que todo dependía del esfuerzo que pusiera en la rehabilitación y bueno, la
voluntad del de allá arriba.
Jaejoong no era católico exactamente
pero a partir de su accidente aprendió a rezar con devoción cada noche.
Sus entrenadores siempre le dijeron
que rendirse era de perdedores y él, él era un ganador o eso decían sus muchas
medallas. Así que luchó, luchó y luchó por dos largos años sin poder dar más
que dos o tres pasos. Aguantándose la impotencia y las lágrimas para sí mismo,
esas que en un punto de quiebre volvieron irremediablemente ese dulce corazón en
una muy dura piedra.
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“¿Es tu primer día verdad?” preguntó
el doctor al nuevo interno.
Él castaño hizo una reverencia y con
algo de timidez se presentó como “Shim Changmin, el nuevo interno a su
servicio.”
“Bien Changmin, por ahora necesito
que ayudes a Park con los pacientes del pabellón D, son los que tienen más
tiempo aquí por lo que pueden ser un poco más difíciles de todos modos Park
estará ahí para apoyarte ¿Dónde se habrá metido? ¡Oh! ¡Doctor Park!”
“Sunbae-nim,” un pelinegro vino hasta
ellos, lucía bastante joven usando la bata blanca y unas gafas negras
“Este es el nuevo interno Shim
Changmin, has estado pidiendo ayuda con tu pabellón ¿verdad?”
El pelinegro asintió con la cabeza.
“Pues bien espero que te sea de
ayuda,” sentenció con una gran sonrisa.
El jefe de departamento tuvo que
retirarse después de que una enfermera lo llamara dejándolos a ambos solos
sobre el pasillo. El doctor Park procedió a darle un rápido recorrido del
pabellón, le entregó las historias de los pacientes de los que se encargaría y
trató de animarlo con una palmada sobre el hombro antes de seguir su camino y
dejarlo a merced de su inexperiencia.
Dándose ánimos así mismo, Changmin,
ingresó a la primera habitación donde le esperaba un hombre que había perdido
ambas piernas por un reciente accidente en el trabajo.
Su esposa se encontraba en la
habitación tomando una de sus manos, la compañía de seguros había corrido con
los gastos afortunadamente estaban indemnizados de modo que él señor no lucía
tan desesperado, en realidad era incluso algo amable y lucía ansioso por
empezar cuanto antes su terapia con las prótesis que le pondrían.
Los siguientes cuatro pacientes que
siguieron fueron historias parecidas. Pacientes que habían perdido sus
extremidades permanentemente y tenían ahora diferentes prótesis para poder
seguir con sus vidas. Algunos con un temperamento quizás algo más huraños,
otros más positivos. Nada que no pudiera manejar.
Sin embargo cuando llegó a la habitación
de su sexto y último paciente hubo una diferencia abismal.
Ni bien entró en la pequeña
habitación un escalofrío le recorrió la espalda.
Sus sentidos arácnidos le dijeron que
esa no sería la mejor forma de terminar su día pero aún así no se dejó amilanar
y acomodándose la bata dio el primer paso dentro.
Sus ojos castaños se encontraron con
un pelinegro muy particular.
Un flashazo cruzó su hipocampo. Recordaba
haberlo visto antes...
¿Pero dónde?
En alguna parte aunque no lograba
evocar exactamente en donde hasta que bajó la mirada a la historia y leyó el
nombre “Kim Jaejoong.”
Y todo tuvo al fin sentido.
El capeón nacional de atletismo de
las olimpiadas de hace tres años.
Las únicas que había visto (para ese
entonces solo tenía cabeza para sus libros.)
¿Qué hacía ahí?
Accidente automovilístico fue lo que
leyó en la historia, sus ojos castaños examinaron sus piernas solapadamente, según
decía el pelinegro se había negado a recibir alguna prótesis no quería que
nadie pusiera un dedo sobre sus preciadas piernas.
Kim quería recuperar el control de
ellas por sí mismo.
Aunque no hubiera dado muchos
resultados pues según lo que Shim leía en el historial Kim venía en la terapia
física casi ya dos años y medio.
“Shim Changmin, su nuevo...”
“¿Dónde está el doctor Park?” le
interrumpió tajantemente
El novato trató de no amilanarse. Ok tranquilo,
empieza de nuevo se dijo.
“El doctor Park me ha dejado a cargo
de usted señor Kim,” respondió Shim sonriendo educada y profesionalmente.
Sin embargo Jaejoong no parecía del
todo contento con las buenas nuevas.
“¡Tonterías! ¡Exijo al doctor Park!
No quiero a un niñato sin experiencia como tú ¡Llámalo en este instante!”
bramó.
Changmin enmudeció.
Acababan de llamarlo “niñato sin
experiencia” en su primer día como interno en ese hospital. Auch.
Aquella parte fosforito tan suya se
encendió pero entonces recordó su lugar, se acomodó la bata blanca para ayudar
a calmar su disgusto y a pasos cortos abandonó la habitación en busca del Dr.
Park para explicarle la “situación” con el último paciente.
¿Niñato sin experiencia?
Bueno, le concedía lo de la
experiencia.
Pero uno no era ningún niñato.
Dos tenían prácticamente la misma
edad.
Y tercero no había invertido muchas
horas de su vida llenándose la cabeza de clínica por las huevas. Creía tener la
perfecta capacidad para atenderlo.
El pelinegro doctor Park suspiró
cuando vio al novato entrar en su oficina.
“¿Jaejoong verdad?” le preguntó sin
siquiera levantar la cabeza del papeleo que tenía enfrente.
Shim asintió con la cabeza.
La cólera se había disipado un poco
de su estómago pero aún seguía picándole compulsivamente el cuello ¡Ni siquiera
le había dado una puta oportunidad!
Yoochun escribió algo en un papel,
buscó unos papeles en su escritorio los unió con la ayuda de un clip y le pidió
que por favor se lo entregara. Park no lucía muy contento con todo aquello.
Changmin no supo si se encontraba en la posición de preguntar porqués aunque
ganas no le faltaran.
De modo que tan solo hizo una
reverencia antes de dirigirse a la habitación del ex-campeón con el dichoso
papel en manos.
El paciente apellidado Kim lo fulminó
con la mirada cuando lo vio de regreso. Aspiró aire para denigrarlo de alguna
forma de nuevo pero el joven enfermero fue más rápido: le extendió el papel con
el escrito de su superior y un Jaejoong aunque ceñudo le recibió el mensaje,
curioso.
Changmin esperó pacientemente.
Jaejoong arrugó el papel entre sus
puños con mucha fuerza después de leerlo.
“Déjame solo,” le ordenó mientras se
dejaba caer en la camilla y daba por finalizada la entrevista.
El castaño se halló en el completo
silencio de la habitación segundos después y sintiéndose holísticamente
ignorado no tuvo más que dar media vuelta sobre sus talones y dejar la
habitación.
Cuando volvió unas horas más tarde
porque recordó había dejado las historias sobre la mesilla de la habitación,
Jaejoong se hallaba profundamente dormido.
Shim procedió a coger las historias
del mueble y cuando se disponía a salir sus ojos captaron los papeles arrugados
sobre la superficie del tacho de basura.
Changmin supo que no debía haberlo
recogido.
Mucho menos leído.
Pero a fin de cuentas lo hizo.
De modo que pudo enterarse al fin de
la cruel realidad: La comisión deportiva nacional iba a dejar de pagar su
tratamiento, habían pasado dos años ya y no había nada que les cerciorara que
sus piernas iban a recuperarse. De modo que a pesar de lo mucho que les dolía
tener que darle la espalda...ese dinero debía ser invertido en los nuevos
atletas.
¡Era tan jodidamente injusto!
Tan cruel.
Que el castaño sintió de pronto ganas
de llamar a algún representante de prensa y obligar a la dichosa comisión a no
retirarle los fondos ¿Qué se suponía que hiciera un atleta como él cuya vida
había sido solo invertida en entrenamiento tras entrenamiento para participar
en las olimpiadas? ¿Qué?
Al final lo que hizo fue contactarse
con un familiar de Kim para avisarles de la situación pues tenía el ligero
presentimiento de que el atleta no diría nada y abandonaría el hospital con la
cabeza gacha dispuesto a morir en algún lugar de hambre o frío.
Felizmente una tía del joven no tardó
en entregar su tarjeta de crédito para cuidar de su sobrino. El Dr. Park le
aconsejó a su vez mentir acerca del origen del dinero e incluso falsificó una
notificación del seguro para timar a Kim.
“Con lo orgulloso que ese cabeza dura
es, es mejor decirle que el seguro correrá los gastos por todo este año,” le
había dicho.
Gracias a Dios la mentira fue creída.
Aunque Kim hubiera entrado en depresión.
Changmin había intentado animarle infiltrando comida puesto que era una de sus
más grandes pasiones...resultó que el de Jaejoong no tanto.
Su superior Park le había aconsejado
darle espacio aduciendo que Jaejoong no era exactamente una persona cooperadora
a raíz de todo lo que le pasaba y no reaccionaba de la mejor forma ante la
presión.
Changmin encontró su argumento
razonable.
El problema era que...
Cada bendita vez que entraba en su
habitación con tanto positivismo y lo veía tan roto simplemente se frustraba
¿Qué no se suponía que debía intentar hacer algo por ayudarlo? ¿No era ese su
trabajo?
Tenía unas ganas inmensurables de
caminar hacia él sentarse a su lado en la camilla y no sé simplemente
abrazarlo, escucharlo...
Quería verlo sonreír. Vivir.
Y esa frustración constante estaba
empezando a afectarlo.
Aunque supiera que era justo lo que
no debería suceder como profesional que ahora era. Pero no podía
evitarlo...Jaejoong era una roca enorme en su camino, una lo suficientemente
grande como para no poder simplemente pasar de ella, el hombre le acosaba hasta
en sueños, en cada noche en vela o sus divagaciones a la hora del almuerzo.
No había día en que no viera una
pequeña cosa y no pensara si con ella podría al menos robarle una sonrisa a su
paciente.
Jaejoong ya ni siquiera lo trataba
despectivamente.
Simplemente no estaba.
Navidad se acercaba. Changmin no era
exactamente un groupie pero se dejó invadir por el espíritu festivo junto que
el resto de la planta laboral.
Al menos para subirse el ánimo así
mismo.
Hacía un frío de mierda. Faltaban
menos de 10 minutos para la rutinaria consulta de Jaejoong así que decidió ir
por un par de cafés y de paso pedirle a un personal de mantenimiento que
subiera la calefacción.
Cuando entró a la habitación del
susodicho. Lo encontró dormido.
Se acercó hasta la camilla ¡Dios! Tenía
unas ojeras enormes.
Era tan joven.
Su mano intentó tocar su frente pero
su móvil empezó a chillar y maldiciendo contestó.
“¡Hey bro!” era Kyuhyun
“Estoy trabajando ¿Qué quieres?”
“¿Como que quiero se acerca navidad
me acuerdo de ti y aún así me tratas de mala manera? Eres un ingrato.”
“Ok, lo siento, lo siento, deja el
drama,” se apoyó sobre la pared espiando por el rabillo del ojo si había
despertado a Jaejoong.
¿Qué demonios había sido todo eso?
Sus mejillas se colorearon.
“Llamaba para que nos confirmaras,”
habló su amigo.
“¿Confirmarles qué?”
“¿Cómo que qué? El viaje del que
venimos hablando desde Julio ¿te suena?”
“Oh...”
“¿Cómo que oh? No me digas que nos
estas plantando Shim Changmin que te juro que...”
“Lo siento,” se disculpó, “Es solo
que no me siento...de ánimos para...”
“¿Para divertirte?”
“Kyu...”le pidió en un susurro.
Su amigo había empezado a gritar. Y
lo entendía. Pero...
“No Changmin ¡medio año! ¿Me oyes? ¿Quién
fue el que nos movió a todos en primer lugar?”
“Yo...” admitió culpable.
“Entonces ¿Por qué coño...?” gritó.
¿Sí porque? Sus ojos
irremediablemente se deslizaron hacia la persona que dormía inofensivamente
sobre la camilla.
“Hay alguien...alguien que estará muy
solo si me voy y... no quiero dejarle...”
“¿Qué?” vale, eso había sido algo que
el excéntrico de su amigo de cole no se esperaba.
“Les deseo lo mejor, tómense muchas
fotos.”
“Ni pienses que te traeremos suvenires,”
le gruñó.
“Me los traerás ¿y sabes por qué?”
“No realmente.”
“Porque me amas.”
Kyuhyun lo mandó al demonio antes de colgarle.
Minutos más tardes le mandó un mensaje diciendo que más le valiera decirle
quien era la persona de la que hablaba.
El joven interno sonrió al ver el
mensaje y guardó su móvil en el bolsillo.
Le dio un último vistazo a Kim y asumió
que no habría chequeo ese día. Iba a salir cuando la suave voz de su paciente
lo detuvo.
“¿Vale la pena...?”
Shim se quedó estático sobre el marco
de la puerta. Inseguro de sí había escuchado a Jaejoong o había sido producto
de su imaginación. Pero de todos modos volteó.
Jaejoong estaba sentado sobre la
camilla.
“Ésa persona debe valer realmente la
pena para que ser tu prioridad,” su voz sonaba rasposa pues acababa de
levantarse.
“Lo vale Jaejoong,” le respondió, “ojalá
y lo supiera.”
Cruzaron miradas por unos segundos.
Jaejoong fue el primero en agachar la cabeza.
“Eres tan irritante,” susurró.
“¿Lo soy?”
El atleta asintió con la cabeza aún
gacha.
“¿Quieres que me vaya?”
El atleta negó muy despacio con la cabeza.
Changmin sintió algo retorcerse en su
estómago. Con las manos algo ansiosas cerró la puerta y se dejó apoyar en ella.
“¿Puedo acercarme?”
Jaejoong no respondió. Changmin
decidió tomar su silencio como un sí. Dejó su historia sobre la mesilla y
caminó hasta la camilla.
“Jaejoong,” le llamó, el delgado
cuerpo tembló al escucharlo tan cerca, “quiero ayudarte Jaejoong, déjame
ayudarte.”
El muchacho se contrajo al sentir la
mano del doctor sobre su cabello.
“¿Me sientes?”
Un suspiro fue su respuesta.
La mano bajó por sus hombros recorrió
castamente su torso, se desvió lateralmente hacia sus caderas y luego se
perdió.
Las lágrimas comenzaron a brotarle.
“No, no puedo,” le dijo con la voz
quebrada.
“Sí puedes, si puedes Jaejoong. Sé
que puedes ahora dime donde están mis manos.”
Tomó un tiempo.
Tomó gruesas gotas salinas y uno que
otro temblor para que finalmente dijera, “mis rodillas.”
Changmin sonrió.
“Te dije que podías.”
El atleta abrió los ojos, aún incrédulo,
y cuando vio las albas manos de su doctor sobre sus rodillas una pequeña parte
de su verdadero yo tomó control de su cuerpo y rebosante de alegría se le lanzó
en un abrazo.
Si no fuera porque el interno era
bastante alto y sus pies aún reposaban en el piso, ambos hubieran caído.
De todas formas el torpe abrazo fue
muy bien recibido.
Al menos hasta que Kim se diera
cuenta de que estaba literalmente encima del castaño y se separara notablemente
nervioso con un azorado, “lo siento.”
Si bien la actitud de Jaejoong no era
exactamente el de una princesa encantada y tuvieran sus discusiones en cada
bendita consulta. El par de tortolitos encontró la manera de trabajar en la
terapia física del mayor.
Park se encontraba solemnemente sorprendido
y porque algo celoso de que el novato hubiera podido devolverle el espíritu a
su paciente.
Navidad llegó mucho más rápido de lo
que cualquiera de ambos hubiera pensado. Kyuhyun le mandó por supuesto cuantos
mensajes y fotos le fueran humanamente posibles ni bien abordaron el avión a
América para que “sufriera.”
Para su infortunio Changmin estuvo
muy lejos de sufrir esa noche cuando besaba por primera vez a su paciente
debajo de un muérdago que alguna persona (el Dr. Park) había colgado en la
habitación del atleta.
La condición de Jaejoong mejoraba a
pasos agigantados. Había logrado caminar a una velocidad normal con la ayuda de
las barandas y por tanto para mediados febrero Park volvía a ser su
físico-terapeuta.
Changmin no presentó queja alguna con
la decisión. Después de todo ya no sería técnicamente paciente suyo y podría
robarle besos sin tener que esconderse de las enfermeras.
Al poco tiempo Jaejoong pudo
abandonar el hospital, Changmin tuvo que revelarle la verdad de la subvención
de su tía y Jaejoong admitirle a su vez que ya lo sabía. Su tía le había enviado
una carta para año nuevo.
O sea le había estado viendo la cara
de tonto desde entonces.
Pasaría un buen tiempo hasta que
volviera poder correr. El atleta lo sabía y ya no se sentía martirizado por
ello. La federación deportiva le había ofrecido una plaza como asistente del coach
por el tiempo mediato hasta que terminara su recuperación.
Por el momento su única preocupación
era conseguir un lugar donde vivir. Su tía le había ofrecido una habitación en
su casa pero no quería incomodarla aún más. Al final Changmin le convenció de
mudarse con él.
¿De qué forma?
Con un anillo.
La mayor sorpresa se la llevó Kyuhyun
cuando tocó su puerta con los suvenires en manos después del gran tour por
América no solo para conocer al futuro esposo de su mejor amigo sino también a
una pequeña y curiosa perrita llamada mandongie.
Todo sucedió muy rápido.
Él cruzaba una pista a zancadas.
Las luces habían cambiado.
Un infame auto apareció de la nada
Por mucho tiempo recostado sobre una
camilla pensó su vida no tendría sentido nunca más. Se equivocó, gracias al
cielo lo hizo. Porque aunque hubiera dolido al final...todo lo había valido.
Espero haya gustado....
Deberia dejarle el primer comentario a quien va dedicado el fanfic pero me es inevitable, fue muy lindo!!!! me gusto ;___; joder casi lloro y bueno Adele tampoco ayuda!!!! , muy buen trabajo ;D