N/A: Completamente desde el punto de vista de Chun.
TITLE: I’m sorry I love u
CHAPTER: Thirteen
PAIRING: Yoosu, YunJae, JaeChun
RATING: PG-15
WARNINGS: Fight, Angst, Incest, Shonen-ai
DISCLAIMER: No lucro
YOOCHUN
Y la confusión me podía.
Y mi amor me consumía.
Derramaba lágrimas sobre mis mejillas.
Me recordaba...el verdadero significado de un te amo.
De los nuestros.
Y pronto parecía escuchar esos susurros amargos hablarme a través de un parlante...pedirme ser feliz.
La felicidad que sólo encontraría a tu lado...
Y entendía, al fin entendía que no era más que un egoísta...un maldito cobarde.
Porque no era capaz de luchar por lo que quería.
Y entonces…
Mis pasos iban a por ti.
Recorrían un pasillo con los pantalones mal puestos sin importarles que pudieran mandarme al piso.
Sólo fijos en ti…
Y mis brazos atrapaban tu cuerpo junto al mío, tan desesperados.
…mi corazón volvía a latir.
A vivir…
¿Sentías lo mismo mi pequeño?
Ese mar de sentimientos arremolinarse en torno a nuestras almas.
Gritar nuestros nombres…
Llamarse a tientas en la oscuridad...esta que ahora lucía demasiado desesperanzadora.
Porque no volteabas, no hablabas...no hacías nada y mis nervios superaban con creces mi templanza. Desde siempre había sido así en cuanto a ti se trataba…
Tan impulsivo.
Tan diferente a mí…o lo que siempre creí ser.
Mis brazos se afianzaban un poco más a tu espalda, tratando de darse valor en la espera de alguna reacción tuya.
Buena o mala...
Una que mi dijera que eras realmente tú a quien retenía sobre el umbral, que aún no te habías ido...que podía...que podía recuperarte.
Que aún podía...
- ¡Suéltame! – me gritaste antes de aventarme contra lo que fuera el duro objeto que “amortiguó” mi caída
Oh sí, la mesilla de junto.
- Mierda – me quejé lo más bajo que pude mientras me incorporaba, no te había visto venir.
- Joder – mascullaste con el tono de voz roto, te viraste y supe que no guardar-as silencio – ¡¿Por quC?! ¿Es que no puedes dejar de romperme en pedazos, ah? ¿Tan poco...? ¿TAN POCO TE IMPORTO? b preguntaste dolido
Tus ojos furiosos me enfrentaban con dureza, tanto así que era incapaz de mantenerte la mirada siquiera. Tu boca se entreabría con impotencia, tus manos viajaban hacia tu frente presionándola en un intento por calmarte.
Sin mucho éxito al parecer...
Tus piernas te conducían de un lado a otro cual león enjaulado tratando de hallar el conjunto de palabras adecuadas para mandarme a la mierda...
Para darme alguna otra merecida estocada.
- ¡¿Cómo debería tomarme esto ah?! ¡Sabes lo que siento! ¡Lo sabes YooChun! ¿Cómo...? ¿Cómo has...? – tu puño se estampó en mi hombro, reprimí otro quejido, tus lágrimas se resbalaban por tus mejillas y me herían como no tenías idea.
¿Querías decirlo verdad? Ese “te odio” que quemaba tus entrañas... Tus lágrimas resentidas me lo decían, tus puños arrugando mi camisa.
Mis ojos se enrojecían de solo pensarlo.
De poder creerlo cierto.
- ¿Crees que yo he elegido esto? ¿Crees que no he tratado de dejarlo? ¡RESPÓNDEME! – Exigiste ya fuera de ti sin importarte retener ese llanto que agitaba tu respiración y quebraba tus palabras.
Llorabas impotente...
De no saber que más decir para hacerme entender.
Que esta vez había ido muy lejos…
Que no sabías si podrías perdonarme…
Si querías siquiera hacerlo.
No después de todo lo que habías visto.
No después de lo que podías haber escuchado.
¿Y cómo podía yo recriminarte algo?
Las palabras se tornaban mudas gotas sobre mis mejillas…
- ¡Eres mi hermano por el amor de Dios! – volviste a gritar temblando
Mostrándome un Junsu tan cansado y roto...
Que no pude soportar ver un segundo más...y al que por la misma razón apresé entre mis brazos.
En un intento desesperado por ahogar ese dolor que nos destruía a ambos, por transmitirte esas dos verdades que quemaban mi pecho.
Ese que golpeabas cada vez menos tratando de huir de tus propios sentimientos. Porqué empezabas a querer dejar de sentirlos y te era imposible hacerlo.
Pero ¿Por cuánto tiempo más...?
Mis lágrimas cayeron.
- ¿YooChun...ah? – una tercera voz me llamó desde el pasillo
Me soltaste.
Todo empezaba a volverse abstruso. Tan doloroso.
Mientras la veía aparecer por la sala con el rostro desencajado, incapaz de dar crédito a todo lo que había escuchado en los últimos minutos.
Mientras te veía abandonarte un poco más con cada paso que ella daba cubriendo su desnudez con mis sábanas pues sabías perfectamente lo que ello significaba.
Porque de seguro las imágenes asaltaban tu mente. Y yo ya no sabía qué hacer...
Pues aunque no dijeras nada, entendía eso que callabas. Y no lo soportaba.
No podía...yo no...
Quería que pararas, necesitaba que pararas, que dejaras de mirar el denigrante detalle y de estrujarme el corazón de esa manera...porque realmente...yo no podía soportarlo.
El primer hipido cortó el silencio.
Avivó la culpa.
- Vete... – gruñí aún de espaldas a ella con esa voz fría que impelía mi furibundo aliento contra mis dientes
- ¿Ustedes...? – tartamudeó sin intenciones de retirarse, ignorando mis palabras...mi exaltado humor
- Lárgate... – volví a mascullar volteándome al fin
- ¿Él...él es tu...tu hermano? – preguntó incrédula acercándose un paso
Grave error...
- ¡Qué te largues he dicho! – grité exasperado, enterrando la punta de mi pie en el mueble más próximo ocasionando su grito aterrado y mis crecientes ganas de sacarla de tu campo visual a la fuerza si era necesario.
Pareció que mi mirada furibunda la convenció mucho más que mis palabras ya que se introdujo casi a zancadas por el pasillo hasta mi habitación.
No me atreví a verte en todos esos segundos oyendo sus tacones correr de un lado a otro recogiendo sus pertenencias.
Por temor a lo que pudiera encontrarme.
Porque me hacía una perfecta idea de lo que podía encontrar y tu extraño silencio no me facilitaba las cosas.
No pasaron más de cinco de minutos cuando volvió a aparecer con su cartera al hombro y ese gesto altivo de “puta adinerada” resaltar a través de su vestimenta de diseñador.
Tiempo atrás había tildado de “hijos de puta” a todos aquellos que se atrevían a levantarle la mano a una mujer. Pero ciertamente, si se atrevía a respirar más oxígeno del debido frente a ti...no respondería por mis actos.
Ella se detuvo cuando llegó a la puerta, me adelanté un paso con cautela. Con la mano aún sobre el picaporte totalmente inmute, ella abrió la boca como queriendo decir algo pero se calló al instante, nos dio una última mirada y desapareció tras la puerta...
El silenció nos invadió.
La casa parecía aún más oscura ahora que tus hipidos eran lo único que mis oídos escuchaban.
Intenté acercarme.
- No – susurraste alejándote un paso
- No vengas...
- No te acerques YooChun...
Situándote bajo el halo de luz de alguno de los postes que entraba por la ventana, ese que trazaba una diagonal directa hacia tu rostro.
Y me permitía verte.
A ti...a tus ojos.
A tu ceño fruncido
Y tu abandono...
Porque todo esto empezaba a carecerte de sentido.
Porque estabas muy cansado para continuar llorando...para seguir intentando.
- ¿Para qué has venido YooChun? – me preguntaste en un susurro rendido, secándote las lágrimas con las palmas...
Mirándome a los ojos, como esperando una respuesta con tintes de despedida, una que pudiera hacerte caminar hacia tus maletas y salir por esa puerta.
Y aquello dolió mucho más que tus golpes...o tus palabras...
Me dejó cabreado...
Contigo.
Conmigo.
Con el mundo entero.
Porque te cruzó mi camino sin preocuparse por las consecuencias. Sin pensar que tus sonrisas las pesaría en una balanza muy diferente a la que formalmente debía…tus abrazos, tu amor.
Que iba a enamorarme.
La primera vez en mi vida
de ti…
- ¿Es que no lo sabes ya? – mi palabras se deslizaron más amargas de lo que sonaron en mi mente, fui incapaz de detenerlas, aún cuando sabía que tenía nulo derecho para dejarlas salir.
- ¡Es que…! ¡¿Es que no lo sabes ya?! – grité fuera de mí
Hipaste. Bajaste la mirada cubriendo tu boca y nariz con una de tus manos.
Mírame…
- Junsu – te llamé en un susurro
Negaste con la cabeza fuertemente y tapaste tus oidos.
- Junsu… - te llamé de nuevo sintiéndo que me quebraba.
- ¿A que viene todo esto ah? – preguntaste desesperado – no…no quiero escucharlo.
Caminaste hacia donde estaba tu maleta y la alzaste con ambos brazos.
Mírame…
- Te amo – te dije, dejaste la maleta caer nuevamente al suelo…
Tus lágrimas cayeron en silencio.
- ¿Porqué…porqué…tú? – preguntase entre tartamudeos.
Mis pasos acortaron la distancia.
Mi mano derecha se apoderó de tu mentón y te obligó a unir nuestras miradas.
- Porque te amo…te amo ¿escuchas? Me he enamorado de ti – desviaste la mirada apretando los labios.
- ¿Cuál es el punto de decirlo ahora? – susurraste separándote de a pocos – te dije que no…que no quería escucharlo.
No me mirabas.
No me… ¿No me amabas?
Te solté.
- Quería que lo supieras – susurré, el pecho me ardía – quería que…yo - agonizaba - si aún quieres irte...pu-puedes hacerlo...no volveré a detenerte si es lo que temes – musité con el rostro cubierto con ese gesto crudo que solía usar cuando me encerraba en mí mismo cuando en realidad estaba aguantando las lágrimas con todas mis fuerzas.
Agregando escozor a la herida, proseguC a darte la espalda
Mis pasos se arrastraban uno tras otro en dirección a lo que antes fuera mi burda muralla.
Avanzando a zancadas hacia ese pasillo que siempre ha escuchado mis mentiras y ha visto mi dolor en primera fila.
Gritando hacia mis adentros que volviera.
¡Que debía volver!
Que tus palabras dolidas no eran sentidas. Que tu amor por mí…aún seguía ahí.
- ¡Te odio! – mis pasos se detuvieron por completo y en ese silencio tenso pude escuchar esos hipidos con los que luchabas por contener el llanto
...ese puñado de lágrimas que se impregnaban como dagas en mi cuerpo
- ¿Qué? – el dolor mutaba, se apoderaba de mis inseguridades y entonces...
- Te odio - siseaste con la ira convulsionando tu cuerpo.
El enojo me sacudió el cuerpo como cada que la desesperación terminaba por consumirme.
¡PARA! ¡PARA! ¡PARA! Te lo suplico...
.- ¡TE ODIO PARK YOOCHUN! – espetaste nuevamente
No pude detenerme.
Mi puño terminó en el hueco entre tu hombro y cuello en un intento por acallar esas palabras.
Pues se repetían...
Se introducían por mis oídos y me dañaban y herían mucho más allá de lo meramente descrito.
- Mentiroso de mierda....
Tu respiración agitada golpeaba mi hombro derecho y embruteció mis sentidos.
Despertó mi deseo y no hice mucho esfuerzo por resisitirme a ello.
Te besé...
E hiciste algo que quizCs ni tú mismo fuiste capaz de creer en su momento…correspondiste mis besos.
Tan desesperado por obtener más de la caricia que aún siendo producto de nuestros temores...nos supo a amor.
Mis labios apresaron los tuyos con desidia. Mis manos rodearon tu espalda y te apretaron a mí colmados de ansiedad y miedo. Por hallar la maldita forma de borrar todo rastro del resentimiento que aún pudieras guardarme...porque ambos sabíamos que no podías odiarme…tu manera de corresponder a mis besos me lo decían, te aferrabas a mí como si tu vida dependiera de ello.
Cuando era en realidad yo quien dependía de ti, mi pequeño. ¿Cómo podría hacerte entender? Que me traías boca abajo, cuidadoso de los valores morales que toda la vida me han importado mierda. La respuesta no la obtendría ahora, no cuando la mar de sentimientos reventando en mi pecho sólo centraban mi presente en devorar tus labios.
¿Podrías leerlo en mi mirada? ¿En mi suave tacto?
Que eras más que valioso que cualquier joya para mí.
Que mi alma lloraba de solo saber que te tenía al fin en sus brazos…
Que te necesitaba como nunca a nadie en mi vida, mi Junsu…ah
Mi pequeño...mi hermano.
Tus brazos me apresaron con fuerza de mi espalda.
Y ya nada me importó, si al principio mis besos fueron producto de la ira y mis caricias bruscas, todo quedó atrás. Nuestros labios se encontraron una y otra vez, inmersos en una danza perfecta, calzaron el uno sobre el otro tan bien que parecía que hubieran sido separados un día a la espera de encontrarse nuevamente.
De tenerse para sí...
Y ¡Oh Dios! El día había llegado.
Y te tenía...te tenía.
Si tuvimos que separarnos fue por la falta de oxígeno, los segundos exactos para recuperar el aire necesario y volver a unirnos. Y es que lo que menos queríamos hacer era parar con lo que habíamos empezado, nuestras lenguas se encontraban ansiosas, clamándose la una a la otra por sentirse.
Iniciando una guerra húmeda.
A través del conjunto de caricias que aún se negaban a darse, por burdo pudor o porque quizás en algún rincón de nuestras almas, ese que luchabamos arduamente por inhibir, sabíamos perfectamente que no hacíamos lo correcto...
Pero el calor aumentaba...
Y nuestros cuerpos empezaban a implorar en silencio algo más que un simple beso...
Hasta que eventualemente mis manos comenzaron a explorar tu anatomía...
En caricias algo tímidas e impuras...
Pero que eran más deseadas que cualquiera que hayamos entregado antes...
Mis besos fueron descendiendo por tu cuello, recibiendo tímidos jadeos por tu parte... te gustaba, y eso sólo me hacía querer continuar, mis manos se colaban bajo tu camisa y tú no ponías resistencia alguna.
Rodeaste mi cuello acercándome más a tu cuerpo, tu respiración agitada y caliente desembocaba en mi hombro…empezaste a moverte inconscientemente haciendo que nuestros miembros ya despiertos se tocaran...
Gemí fuerte y ronco como nunca antes recordé haberlo hecho.
Y tuve que apoyarme sobre la pared para detenerme a mí mismo. Para obligarme a pensar en algo que no fuera el dolor punzante allá abajo y las ganas de penetrarte que me llevaban consigo.
Porque mientras te amaba con cada parte de mi cuerpo quise estar seguro de que tu sentías lo mismo.
Te apoyaste sobre mi hombro jadeando al darte cuenta que me había detenido, y profundamente sonrojado buscaste mi mirada.
- Te amo… - te dije de nuevo sin saber cuanto más podría aguantar sin hacer algo con mi cuerpo teniendote a escazos centímetros.
- Te amo Junsu…yo...realmente lo hago – te susurré sintiendo que mis caderas luchaban por ondearse contra las tuyas por encima de mi raciocinio.
Pero...no debía. No antes de saber que era esto lo que realmente querías.
Que no era el producto de tus miedos…que lo hacías, que lo hacíamos por amor.
- Junsu... – te llamé con miedo al no recibir respuesta
No me sentía preparado para un rechazo.
Pero lo entendería.
Yo...
Un roce más fue suficiente para hacerme perder la poca, casi nula, cordura que aún conservaba.
Te alce e instantáneamente me rodeaste con tus piernas.
Nos miramos.
- Te amo – me dijiste entre jadeos antes de empezar a friccionarte nuevamente - Yoochun...te...amo.
-Mmmm…
Llegamos a tu habitación entre besos y caricias.
La ropa abandonó nuestros cuerpos...
Las caricias osadas exploraron tierra virgen...
Los besos húmedos marcaron esto y aquello como suyo...
Nuestros cuerpos desnudos se amaron sobre las sábanas de seda de tu cama...
Y los gemidos intensos llenaron las paredes de tu habitación sin el mínimo reparo de expresar el pecado...
- yoochun - susurraste mi nombre con voz cargada de deseo, tus ojos se encontraron con los míos.
Y temblé de arriba abajo.
Querías que te dijera algo en consuelo. Pero no podía. Me sentía como un virgen bajo tus brazos, totalmente inseguro de mi accionar y solo pude unir nuestras frentes y susurrarte un "te amo".
Era tu primera vez.
No necesitaba preguntartelo.
Y me moría de miedo. Besé tu hombro. Y poco a poco me deslicé por tu vientre procurando recorrer cada curva de tu suave abdomen con mi lengua. Hasta que eventualmente llegué a ese punto de tu antomía ya despierta.
Te retorciste al sentirme.
Siseaste algo parecido a mi nombre cuando te engullí por completo, y elevaste tus caderas del todo entregado a las sensaciones que de seguro empezaban a recorrerte desde la carne que tenía entre mis labios.
Y tus gemidos sonaban tan sensuales a mis oídos que sólo me hicieron desearte más, imaginarme hundiendome en tu delicioso cuerpo, marcando tu cuerpo como mío aunque con eso nos condenara al mismo infierno. Y tuve que sobarme con las sábanas para aliviar mi erección.
Te oí gritar mi nombre. Y sentí tus temblorosas y sudadas manos intentar alcanzarme a tientas asi que tuve que reemplazar mi boca por mis manos para ascender a tus labios y besarlos.
Suspiraste contra mi oído e hincaste tus uñas en mi espalda.
- Me...me vengo - me dijiste avergonzado al máximo, escondiendo tu rostro en mi pecho y yo casi lloré de algarabía al saber que estabamos disfrutandolo
- Esta bien...no te...no te inhibas - te susurré, aumentando el ritmo de mis caricias
Pero tus manos se apoyaron calientes sobre mi pecho. Y alzaste el rostro.
- Quie...quiero...quiero tenerte, quiero que - me decías y aunque conocCas las palabras tratabas inutilmente de buscarles algun sinonimo que sonara mucho mejor en voz alta.
Y quise reírme y morir de ternura.
Quise decirte que eras mi todo y que si hallara la forma de fusionarme con tu carne no me la pensaría dos veces.
Pero todo perdio forma y sentido cuando senti tus manos allá abajo.
Inexpertas.
Temblorosas.
Tocando mi sexo de la forma en la que nadie jamás habría podido.
Y aunque habías ascendido y descendido apenas un par de veces, me sentí al borde del orgasmo.
Hiciste el ademán de querer agacharte pero descubrí tus intenciones a tiempo.
Y te besé. Te besé con tanta pasión que sentí me volvería gas puro bajo tu tacto e incluso se me saltaron un par de lágrimas mientras te sentía gemir entre mis labios. Y una de mis manos siguió la curva de tu espalda hasta tu trasero.
Entonces suspiraste.
- yo... - te dije - esto...esto va a, si sientes que te hago daño entonces tienes que...promete que vas a decirme...yo...quizás todo esto sea muy pronto y...
Me sonreíste.
Y ese par de ojos marrones tan tuyos brillaron juguetones como esa primera noche que los vi. Y me sentí la bruja arpía de los cuentas de hadas.
Introduje uno de mis dedos en tu pasaje, y tu cálida carne me recibió temerosa. Te sentí tensarte, tiraste la cabeza atrás y el ceño fruncido que se dibujaba en tu rostro poco a poco se fue suavizando hasta que los primeros gemidos abandonaron tus labios.... poco a poco tu entrada me daba más espacio, el suficiente para que tres de mis dedos entraran y salieran con facilidad y en tus gemidos sólo se escuchara el placer... me perfilé entre tus piernas y te avergonzaste al sentir mi mirada en tu intimidad.
Besé la base de tu miembro aún manipulando tu cuerpo.
Antes de volver a incorporarme y al fin disponerme a reemplazar mis dedos con mi sexo. Intestate relajarte, alzaste un poco más tus caderas cuando sentiste la punta de mi hombría sobre tu entrada.
- ¿estás seguro de esto? - te pregunté en un susurro casi mudo.
La boca se me hacía agua de solo imaginar lo bien que te sentirías.
Asentiste con la cabeza desde tu posición.
- Confío en ti.
No necesité más suavemente me hinqué sobre tu cuerpo para besarte mientras comenzaba a introducirme dentro de ti y te susurraba palabras dulces.
Te retociste.
Un quejido se te escapó.
Y los demás que querían salir trataste de inhibirlos a toda costa.
Mis manos bajaron por los costados de tu cuerpo y masajearon tu miembro para hacerte olvidar el dolor que te estaba provocando... me detuve cuando llegué al fondo, evitando moverme, aunque mi cuerpo me pidiera a gritos que lo hiciera.
No tenías idea de cuanto me costaba.
- ¿Junsu?
No me respondiste, tu respiración era pesada. Te mordías los labios para evitar decir nada.
- Junsu -volví a llamarte
- Sólo un segundo - me respondiste al fin
- Podemos pa-
- No...solo dame un segundo, se siente bien...
- Se sentirá mejor - te dije besando suavemente tus labios.
- Ve despacio - me dijiste - hazme tuyo...
Me impulsé hacia atrás despacio y me deslizé hacia adelnate rápido. Te sentí moverte también, alzar un poco tus caderas para acrecentar el placer de las embestidas y hacer así que tu entrada incluso se sintiera más estrecha.
Jadeé.
Y el proceso se había repetido tan solo unas cinco veces.
Tu cuerpo era delicioso.
Y tu alma tan pura.
- Yoo-yoochun t-te quiero...más yo...- gemiste y ahí fue donde mi fuerza de voluntad colapso, hice que enredaras tus piernas a mi cintura y luego te tomé de las caderas impulsándome dentro de ti con esa fuerza que deseaba desde el principio - mmmh...ahh...
Fue como una danza de cuerpos perfecta...
Como dos almas volviéndose una...
Nuestros jadeos de placer formaban la mejor de las sinfonías...
Una que recordaría para toda mi vida.
Porque mucho más allá de la carne, era el amor.
La pasión y todo aquello que experimentaba que se amplificaba por tan solo el hecho de saber que eras tu quien me los brindaba.
- Chun...ahh Yoochun te quiero...te quiero...te quiero- gritaste cuando llegué a lo más profundo de ti y alcancé ese punto por demás sensible que te hizo retorcerte bajo mi cuerpo y me llevó a la gloria al sentir tus paredes apresarme de esa manera...
Yo gruñia.
Trataba de aguantar esas olas que venían queriando llevarme consigo desde hace rato.
Teníamos que venirnos juntos.
Pero estabas dándome bastante pelea.
Mis uñas se incrustaron en el colchón.
Tu cama iba a romperse en cualquier momento.
Estaba siendo rudo.
Pero es que tu cuerpo me tragaba por sí mismo. Y la cordura había sido absrovida hace mucho.
De un segundo a otro emepzaste a jadear más rápido.
Arqueaste las espalda y tus manos intentaron sostenerse de las sábanas como pudieran.
Y escuché tus siguientes palabras como casi un evangelio de los cielos, "me vengo..."
Tus palabras al parecer depertaron fuerzas dentro de mí porque mis embestidas se volvieron más intensas, alcanzaron un ritmo delirante y no pasó mucho para que tu semen golpeara mi vientre justo segundos antes de que el mío se disparara en tu interior.
Nuestros labios modularon como pudieron el nombre del otro, entre jadeos y murmullos incomprensibles.
Mi cuerpo cansado cayó sobre el tuyo.
Y en la oscuridad de tu cuarto, buscaste mis labios.
Me besaste despacio, pegando apenas tus músculos suaves sobre los míos. Con la expresión extaciada y ese par de cafés que me decian todo eso que callabas.
- Te amo - te susurré sin saber porque mis palabras sonaban a un "debes recordarlo"
A un adiós...
Me abrazaste despacio.
Te escuché hipar contra mi pecho.
Tu lágrimas se deslizaron por mi piel desnuda haciéndome temblar.
- Te amo Chun...te amo - me susurraste acariciando mis mejillas induciendome el cálido sueño.
Y no quise dormirme mi pequeño.
No quise que volvieras a besarme así o que me miraras con nostalgia.
Porque sabía quizás muy en el fondo, aunque tratara de negarlo, que te irías y no quería dejarte ir.
No podía dejarte ir.
Me rompía.
Nos rompía.
Yo...
...me quedé dormido...