Capítulo 8

jueves, 30 de agosto de 2012
Oh god, es el último capítulo. ¡El último! ;___; es mi primer serial Minjae terminado. Me da algo lo juro xD muchas gracias a todas las bellas personitas que lo siguieron, este fic es mucho para mí
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Final


Lo único que tiene es un nombre.

 

Un extraño nombre que sale a gritos desde el fondo de su alma y que su mente sin embargo no logra a evocar.

 

E intentarlo solo produce un extraño dolor punzante dentro de su pecho.

 

Ha llegado a la estancia horas atrás.

 

Sigue sentado en su auto.

 

Un miedo inexplicable le sacude el cuerpo y le impide atreverse a poner un pie afuera y afrontar una realidad.

 

Una realidad que sabe dolerá.

 

¿Por qué?

 

¡No tiene ni puta idea!

 

Está tan enojado consigo mismo. Tan impotente. Sin conocer los porqués.

 

Sus manos han arrancado el auto tantas veces intentado salir de ahí. Pero ellas mismas han vuelto a quitar la llave.

 

 

“¿Qué pasa conmigo?”

 

 

El romper de las olas a lo lejos le genera un profundo hueco en donde debe ubicarse su músculo cardiaco. Todo es tan extraño. Tiene tanto miedo que quiere llamar a Junsu y Yoochun. Esto ha sido una mala idea ¿es que aún extraña a su madre?

 

No.

 

Es a alguien más.

 

¿Pero quién?

 

¿Quién podría ser de tanta importancia para él para impedirle respirar propiamente?

 

Tiene el celular en las manos con el número de Junsu en la pantalla pero no se atreve a llamarlo. Su vista regresa una y otra vez a la casa de playa. Pero sus piernas son tan cobardes.

 

El tiempo sigue transcurriendo.

 

Para el tiempo en que abre la portezuela y el olor salino de la playa ingresa por sus fosas nasales, los ojos se le humedecen.

 

No es una alergia.

 

Sus piernas flaquean.

 

De pronto no puede sostenerse por sí mismo.

 

El dolor dentro de su pecho es demasiado.

 

Es una aguja fina que impacta los músculos de su pecho, pasa a través de sus costillas y perfora con crueldad su corazón.

 

¿Es que va a tener un paro cardíaco?

 

Siente la imperiosa necesidad de gritar ese nombre que flota sobre su cabeza sin tener un dueño.

 

Pero no lo hace.

 

Camina muy lento por el sendero sobre la arena blanca en dirección a la que fue su lugar favorito cuando niño y a cada paso la carga sobre sus hombros es peor.

 

Ha llegado a la puerta.

 

Sus dedos tocan el pomo entre temblores.

 

Y su corazón empieza a latir tan rápido que le produce un pequeño soplo.

 

La puerta es abierta.

 

No hay nadie del otro lado.

 

Solo silencio. Solo muebles tapizados por mantas blancas para su preservación.

 

Solo hay habitaciones vacías que aumentan a cada segundo más su respiración.

 

¿Qué está esperando encontrar exactamente?

 

No lo sabe.

 

Pero sus manos son rudas con el inmobiliario.

 

Con cada cosa que se cruza en su camino.

 

Uno de los tantos objetos de cerámica que ha estrellado estrepitosamente con el piso le hace caer.

 

Otro de esos pedazos de loza le ha cortado la palma derecha al caer.

 

Las lágrimas han comenzado a caer incluso más gruesas.

 

Apoyando su espalda en el frío piso.

 

Rodeado por objetos rotos. Como su roto corazón.

 

 

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Tras todo un día sin responder el celular.

 

Los deportivos de Yoochun y Junsu se estacionan en la arena junto al suyo.

 

Corren bastante consternados a la casa de playa.

 

La última vez que recuerdan haberlo hecho hallaron a un Changmin envuelto en sangre. Y quedó sin lugar a dudas como uno de los peores recuerdos.

 

Vienen pidiéndole a Dios por favor que su amigo no haya hecho nada estúpido. Han vienen rogándole a Dios por favor, por favor.

 

Con el corazón en las manos.

 

Yoochun se ve en la obligación de tumbar la puerta a golpes.

 

Cuando ha logrado tirarla abajo.

 

Sus pies pisan restos de cerámica.

 

Ambos se miran con espanto antes de abalanzarse dentro en busca de su amigo.

 

Changmin es encontrado sobre el piso.

 

Muy frío por la falta de abrigo, dinamismo y comida.

 

 

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“No lo entiende,” susurra.

 

 

La psicóloga lo mira con aprehensión. El niño luce tan convencido de su verdad.

 

 

“Ayúdame a entenderlo,” le pide amable.

 

“No sé cómo hacerlo,” dice el castaño impotente.

 

 

Sus puños se cierran sobre sus pantalones y un suspiro escapa de sus labios. Las ojeras bajo sus ojos marrones son enormes. La profesional empieza a sentirse también impotente al no poder llegar al fondo de todo y ayudarlo cuanto pueda.

 

 

“Inténtalo,” propuso.

 

“Jaejoong,” solo dice.

 

“¿Jaejoong?” pregunta ella.

 

“Es todo lo que tengo ¿ve? su bendito nombre y un algo aquí que me quita el sueño,” sus últimas palabras son acompañadas de un par de silentes lágrimas.

 

 

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La búsqueda que hace su padre al enterarse de la sinrazón que persigue a su único hijo es como supondrán proporcional a la enorme cantidad de ingresos que tiene. Por tanto las expectativas de solución bastante altas.

 

Sin embargo tras una semana de constante trabajo de los profesionales contratados. No hay fruto alguno.

 

No existe Jaejoong en la faz del planeta que haya tenido algún tipo conexión con su hijo hasta ahora.

 

Mucho menos en el registro de empleados que le dan mantenimiento a la casa de playa y con quien pudiera el castaño haberse encontrado.

 

Nada.

 

Tanto la psicóloga como él ya no saben en qué creer.

 

Se le han realizado múltiples exámenes en busca de una causa neurológica. Los resultados han negado esta hipótesis. Y aunque el papel diga que su hipocampo se halla en perfectas condiciones el menor sigue sin poder evocar qué demonios ha sucedido en la semana de su estadía allí.

 

Todo lo que ha contado hasta ahora a sido mentira. No puede desestimar todo cuanto ha dicho tan abruptamente para buscar más pista, podrían volver a creer que había intentado suicidarse.

 

Y esa en realidad es la última de sus opciones.

 

Nadie logra entenderle.

 

No esperaba que lo hagan pues ni él mismo se entiende. Quiere volver a su vida, tiene suficientes porqués, se siente tan eternamente agradecido por la preocupación de todos que sabe debe ponerse fuerte. Pero aunque trata no existe cosa alguna capaz de llenar su vacío.

 

Siempre termina regresando a la casa de playa y sentando sobre el frío piso en total silencio, con la mirada fija en la puerta como esperando a ese alguien de nombre Jaejoong que por lo que todos le dicen no va a aparecer porque simplemente no existe.

 

¿Es en realidad lo que siente producto de un estrés post traumático?

 

No ha conocido a alguien llamado Jaejoong en su vida ¿Por qué habría de haber inventando ese nombre justamente?

 

Porque su alma lo siente tan real.

 

Su padre ha intentado vender la casa de playa en secreto para asegurarse de que no vuelva a poner un pie ahí.

 

Felizmente ha logrado enterarse de todo antes de que fuera demasiado tarde. Y así ha detenido a su padre después de jurarle no volver a ir.

 

Las semanas siguen pasando.

 

El muchacho solo se hunde más y más en una depresión que no puede ser detenida con pastillas.

 

Y es que el solo sentir un pequeña brisa sobre su piel cava mucho más ese hueco inexplicable en su alma.

 

Su padre no puede seguir de brazos cruzados pero aunque trata y trata no halla forma de ayudarlo.

 

Tiene tanto miedo de que las defensas de su único bajen producto de su estado anímico y termine sucumbiendo ante una enfermedad tal como hizo su madre, es la única familia que le queda, no puede permitir que le sea arrebatada de su lado. Se lo debe a ella.

 

Así que envuelto en lágrimas no tiene otra opción más que avisar de la situación a sus dos mejores amigos, quienes han sido mantenidos con mentiras hasta el momento a petición de Changmin.

 

No importa si su hijo más tarde se lo reclama.

 

Ya lo único que le importa son las soluciones.

 

 

“¿Creen que estoy loco verdad?” les pregunta cuando los siente entrar en su habitación.

 

“No,” se apresura a decir Junsu.

 

No están al tanto de la situación con detalles.

 

Peor han decidido apoyarlo. Por más descabellado que vaya a sonar lo que les vaya a decir su niño.

 

Yoochun sin embargo guarda silencio. Kim le pegó un codazo incrédulo.

 

 

“No más de lo normal,” le dice este en broma intentando aligerar el ambiente, “venga dinos quien ese famoso Jaejoong”

 

“Ojalá lo supiera,” responde el enfermo sus puños apretan las sábanas en una muestra física de la pelea interna que se desarrolla en su alma.

 

 

De ese pedazo dentro suyo que le pide a gritos que recuerde.

 

Y quiere hacerlo.

 

Quiere hacerlo.

 

Lucha. Aun cuando el dolor que aqueja su pecho por sus esfuerzos le hagan doblegarse. Pero no obtiene nada de sí mismo.

 

 

“No sé quien es, no puedo recordarlo pero siento como si debo hacerlo,” dice finalmente.

 

 

Junsu le sujeta las manos suavemente. Quitándole las sábanas muy despacio y envolviendo a su amigo en un pequeño abrazo.

 

 

“Está bien, está bien Changmin. No tienes que esforzarte tanto.”

 

“¡Tengo que! Duele...aquí duele mucho,” explica señalándose al pecho con los ojos enrojecidos.

 

 

La pareja lo mira incrédula.

 

En todos estos largos y significativos años de amistad.

 

Jamás lo han visto de ese modo.

 

Enterrando su frente entre sus piernas.

 

Temblando de desesperación. Con las manos sujetando su pecho en un intento vano por detener el dolor que le aqueja dentro.

 

¿Cómo demonios podría ser todo eso mentira, una alucinación?

 

Yoochun camina hacia él incapaz de ver la imagen por más tiempo. Suavemente se sube al filo de la cama e intenta quitar la cabeza de Changmin de entre sus brazos y rodillas.

 

El castaño lucha un poco pero al final sus mejillas húmedas y ojos rojizos se dejan ser vistos.

 

 

“Es sencillo Min, si ya le conoces solo piensa ¿Cómo crees que se vería? ¿Cabello negro? ¿Marrón?”

 

“Negro...” susurró rápidamente.

 

“¿Qué me dices de su altura? ¿Sus ojos?”

 

 

Changmin cierra sus ojos intentando imaginárselo. Las imágenes son borrosas pero puede ver una piel muy blanca. Unos labios rosáceos...todo es tan albo.

 

Algunas lágrimas escapan por los costados de sus párpados.

 

Yoochun le hace automáticamente una señal a su novio para que le pase una hoja y un lápiz que ve sobre el escritorio de Changmin.

 

“Toma esto,” le dice.

 

 

Changmin se sobresalta al sentir su toque.

 

 

“Tranquilo,” le dice, “no abras los ojos, no pienses de más solo traza líneas mientras piensas como tu Jaejoong luce,” le susurra abriendo sus palmas para colocarle el lápiz sobre ellas.

 

 

Changmin obedece.

 

Con temblorosos trazos su mano se mueve incosciente sobre el papel como en trance. Su mente está muy lejos de ahí. Puede escuchar el mar, puede sentir la brisa desordenar sus cabellos, puede ver un hombre en la orilla. Uno muy delgado y blanco. Sus cabellos negros danzan con el correr del viento.

 

Está de espaldas. No puede verle el rostro.

 

Pero su corazón es feliz de solo poder verlo a la distancia.

 

No necesita que nadie se lo diga. Ese ser tan enigmático es su Jaejoong.

 

Ese ser tan albo al que se dirige a pasos cortos es su Jaejoong.

 

La arena se siente fría aunque el sol en lo alto le nuble la visión.

 

Mientras se va acercando se da cuenta que todo ese voluminoso traje blanco no es simplemente tela, algo sale de sus escápulas. Algo hermoso parecido a las alas de una hermosa ave.

 

A cada paso que entierra en la arena para acercarse a su objetivo, lo ve más lejos.

 

¿Por qué no solo lo llama?

 

Acaba de darse cuenta que no puede hablar.

 

¿Cómo podrá comunicarse entonces?

 

 

“No son necesarias las palabras,” una voz suena en su cabeza.

 

 

Una ráfaga de adrenalina recorre su cuerpo. Por un momento puede ver a Yoochun frente a él mirándolo tan intrigado como Junsu. Pero la voz del ángel le hace volver, “no son necesarias las palabras, Changmin”

 

 

Sus ojos vuelven a ver la playa.

 

 

“¿Qué sucede? ¿Quién eres? ¿De dónde te conozco? ¿Por-?”

 

“Lo sabes.”

 

“¿Qué?”

 

“La respuesta a todas esas preguntas las sabes Changmin”

 

“No, no las sé. No sé porque juegas con mi mente, no tengo idea de quien seas pero por favor para ya.”

 

“¿Qué pare el que?”

 

“Esto.”

 

“Eres tú quien me llama Changmin-ah.”

 

“¿Por qué?”

 

“Recuerda...tienes que recordar, no puedo ayudarte si no lo haces.”

 

“¿Qué debo recordar?”

 

“Debo volver. Sabrán que he venido, pueden castigarnos.”

 

“¿A dónde?”

 

“Debo volver.”

 

“¿A dónde? Espera...”

 

“Debo volver...te amo...”

 

 

El viaje termina. El paisaje albo se difumina y las paredes de su cuarto han vuelto a ser las mismas.

 

 

“Espera ¡espera! ¡Jaejoong no me dejes!” es la frase en grito que muere en su garganta.

 

 

Las lágrimas están cayendo sin remedio. Acaba de ver a la figura en el dibujo que ha hecho.

 

Acaba de ver a su Jaejoong pintado a carboncillo en el papel que reside sobre sus piernas. Acaba de recordar al amor de su vida. A su ángel de la guarda.

 

Junsu aún le mira incrédulo. El castaño ha estado susurrando palabras inteligibles mientras dibujaba sin parar.

 

Changmin ha sido tan malo dibujando.

 

¿Cómo de la noche a la mañana podría dibujar el rostro de una persona que supuestamente nunca ha visto?

 

Cuando ambos abandonan el cuarto con el papel en manos. El padre de Changmin los recibe ansioso.

 

 

“¿Qué es esto?”

 

“Jaejoong,” responde un aún incrédulo Junsu.

 

“¿Es eso suficiente para ubicarlo?” pregunta a su vez Yoochun

 

“Me encargaré de que lo sea.”

 

 

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Le ha tomado dos días recuperar las fuerzas para poder levantarse de esa cama. Ha mandado a la mierda a su psicóloga. A su padre. Y está a punto de mandar a volar también a sus amigos.

 

 

“No hay forma,” es la respuesta de Junsu.

 

 

El castaño suspira.

 

 

“No estoy pidiendo permiso.”

 

“Déjame terminar,” reniega el rubio cariñosamente, “No hay forma de que vayas sin nosotros.”

 

“No tienen que hacer todo esto.”

 

“Queremos hacerlo,” es la simple respuesta de Yoochun.

 

“Gracias.”

 

 

Su pequeño agradecimiento verbal no puede ni asomarse a lo que en realidad intenta decir. Pero los años hablan por sí solos. Y a su extraña manera ese trío puede comprenderse.

 

 

“No te pongas meloso ahora, vamos a ver a tu novio,” lo envalentona Kim.

 

 

Las mejillas del castaño se tiñen de un rojo.

 

Aunque no es seguro.

 

Aunque no sabe si su Jaejoong va a estar esperándolo o no.

 

Sólo hace lo que su corazón le dice.

 

¿Y qué si es un masoquista?

 

Prefiera lidiar con la desilusión que quedarse cruzado de brazos en casa.

 

El pequeño viaje da inicio con la 4x4 de Yoochun saliendo de Corea. Tardarán casi 4 horas en llegar. Sus dedos se entrelazan con ansiedad durante el 90% del camino. El otro 10% se resume a él intentando calmar sus latidos.

 

Todo el cuerpo le suda.

 

Y bastante conmocionado recibe la noticia de sus amigos de que han llegado ¿Tan rápido han llegado? No está listo.

 

No está nada listo.

 

La frecuencia tanto cardiaca como respiratoria se le acelera cuando pone un pie fuera del auto.

 

 

“¿Quieres ir con...?”

 

“Puedo con esto solo,” les asegura aunque sea una vil mentira.

 

“Tienes 15 minutos,” le avisa Junsu, “pasados esos 15 minutos simplemente asumiré que te tropezaste te abriste el cráneo y estas desangrándote en el piso.”

 

“Ok,” el castaño ríe.

 

“No tan dramático pero es básicamente la idea,” le secunda el ratón abrazándolo.

 

“Entiendo, vale, regresen al auto. Estaré de vuelta en 15 minutos.”

 

 

Sus amigos le miran no muy seguros pero no tienen de otra más que caminar a la camioneta y meterse en ella.

 

 

“Tengo miedo,” le susurra Junsu una vez dentro.

 

“Él también pero estará bien,” su novio intenta calmarlo

 

“¿Cómo puedes estar tan seguro?” le pregunta.

 

 

Sus manos luchan con la necesidad imperiosa de bajarse del auto e ir con él.

 

 

“Solo lo sé, así como sé que te amo no necesita un porque solo te necesita a ti,” le dice besando su frente.

 

 

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No está en la cocina.

 

En el piano.

 

En su habitación.

 

En el comedor, la sala o la orilla.

 

La desesperación empieza a tomar control de su cuerpo pero intenta calmarse.

 

 

- Recuerda – se dice así mismo.

 

- Recuerda la primera vez que lo viste.

 

 

Sus ojos vuelven a la puerta. Recordando la noche de lluvia en la que tocó su puerta. Sus rodillas de apoyan en ese mueble al costado de la pared y sus manos remueven la cortina para poder ver a través de la ventana.

 

Luego vuelve a ponerse en pie y cuando sus dedos tocan el pomo de la puerta. Lo recuerda.

 

Recuerda el extraño sueño sin sentido que tuvo esa misma noche.

 

Sus piernas lo dirigen como un bólido hacia las escalerillas, en su camino coge un tenedor abandonado sobre la mesa. Sus pisadas son fuertes.

 

Llenos de esperanza como de miedo.

 

El gran ventanal del segundo piso está en su lugar. Todo parece en orden. Las rodillas le tiemblan.

 

 

¿Así que es todo?, se pregunta

 

¿De verdad nos han separado por siempre?

 

¿Es que no voy a volverte a ver?

 

No pude siquiera decir adiós.

 

No pude dedicarte un último te amo.

 

¿Se va a terminar todo de esa manera?

 

No es posible, Jaejoong.

 

Te amo ¿acaso no es suficiente?

 

¿Qué puedo hacer en mi condición de humano para demostrarles que te haré feliz?

 

Dime qué y lo hare.

 

Juro que lo haré pero por favor, por favor no me dejes.

 

 

Son demasiadas las preguntas sin repuesta. Son demasiados los quilos demás que carga su alma. Y también demasiada la impotencia.

 

Las lágrimas caen. No se digna a detenerlas. Solo se deja caer de trasero sobre el piso. Tira el tenedor a un lado y tan sumido en su llanto no logra ver el pequeño haz de luz blanco que entra por aquel ventanal abierto hasta que este le pica los cabellos.

 

Shim desentierra su cabeza de sus piernas algo conmocionado.

 

La cálida lucecilla se duplica. Estas dos a su vez y así progresivamente hasta que todo ha sido llenado de luz y esas lenguas extrañas empiezan a sonar de nuevo.

 

Una manta blanca envuelve un bulto que poco a poco es depositado en el suelo. Las luces van desvaneciendo alrededor de la figura humana cubierta por aquella tela de seda albina.

 

El castaño traga su saliva.

 

La adrenalina recorre cada rincón de su delgado cuerpo mientras da ese primer paso hacia el objeto no identificado.

 

El segundo.

 

El tercero.

 

La manta cae a un lado de un tirón y un joven pelinegro es encontrado durmiendo en el piso.

 

Changmin cae de rodillas a su lado. Con algunas lágrimas desbordando por sus mejillas. Las yemas de sus dedos apenas tocan el hombro de ese ángel envuelto en su sueño y este empieza a removerse.

 

Sus pestañas se baten delicadamente.

 

Su ceño se frunce un poco.

 

Pronto esos ojos azabaches están analizando el cuarto.

 

 

“Changmin-ah lo hiciste,” le dice con una sonrisa cuando su mirada se posa sobre él.

 

 

El ángel está al fin consciente.

 

Y puede recordar quién es, su alegría es mucha y no puede evitar abalanzarse sobre él sin tapujos mientras le dice, “No vuelvas a dejarme ¡jamás!”

 

“Lo prometo,” responde el otro.

 

 

Con las mejillas encendidas por la proximidad.

 

Y ese pudor innato que hace que el humano se siente tan chico malo y por ende sea incapaz de sellar ese reencuentro con un beso. Sus profundos ojos negros reflejando su imagen son suficiente prueba de que está ahí. Eso y el calor de sus brazos.

 

 

“¿Cómo va a funcionar esto a partir de ahora?” le pregunta embriagándose con el aroma de sus cabellos.

 

 

No va a soltarse del muchacho ni aunque le obliguen. Ni su alma ni su propio cuerpo están dispuestos a hacerlo.

 

 

La respuesta de su amado es aunque inesperada sumamente placentera, “Vas a tener que enseñarme, desde hoy hasta el lecho de mi muerte seré tu humano.”

 

 

 

 
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FIN~

 Un agradecimiento especial a Yazz sunbae (L)